Los gatos son animales que tienen unos ojos únicos y muy especiales. Si bien de día ven todo borroso, como si alguien hubiera perdido las gafas, al anochecer saben dónde están y cómo moverse sin tropezar. Pero, ¿por qué es así?
Bueno, la respuesta la tenemos en su instinto cazador. Las presas que en estado natural cazaría son más vulnerables cuando el sol se pone, de modo que la visión nocturna de los gatos es muy, muy diferente a la del ser humano.
En condiciones de poca luz el ojo humano necesita unos segundos para poder adaptarse y ver »algo», pero cuando la oscuridad es total no somos capaces de ver absolutamente nada sin la ayuda de unas gafas de visión nocturna o de una cámara de infrarrojos. A diferencia del gato, nosotros somos animales diurnos, por lo que nuestra visión nocturna no ha cambiado mucho desde que comenzamos nuestra evolución.
Si miramos a un gato, enseguida nos daremos cuenta de que sus ojos son distintos a los nuestros. Las pupilas felinas tienen forma elíptica y están orientadas de manera vertical, lo cual hace que puedan abrir más sus ojos. Al hacerlo, captan una mayor cantidad de luz. Pero esto no es todo.
Sus ojos contienen una membrana que se llama Tapetum lucidum. Se trata de un tejido que se encuentra en la parte posterior de los globos oculares y que se encarga de reflejar los rayos de luz para que puedan alcanzar la retina. Dicha retina, al estar compuestas por más bastones (absorben la luz) que conos (absorben los colores), está diseñada para ver en condiciones de oscuridad. Esto explica por qué estos felinos no distinguen bien otros colores que no sean los tonos azules o violetas.
Gracias a todas estas cualidades, los ojos de los gatos son capaces de ver hasta 8 veces mejor que los humanos cuando empieza a anochecer. Interesante, ¿no crees?
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