Es cierto: el gato es muy divertido. A veces, te puedes reír a carcajadas con tu mejor amigo peludo por la cantidad de travesuras y cosas que hace, y si además está dispuesto a aprender siempre, puede sorprendernos más de una vez. Algunos mininos imitan conductas caninas como traer la pelota, acudir a la llamada o seguirnos por toda la casa.
Así, si quieres saber por qué mi gato se comporta como perro, no dejes de leer
¿Por qué el gato puede tener un comportamiento de perro?
Para dar respuesta a esa pregunta tenemos que saber si durante su edad más temprana, es decir, siendo un gatito de un par de semanas, estuvo acompañado por perros, o si no estuvo cuidado por su madre. Y es que cuando el animal tiene relación con otros de diferente especie, y/o si su progenitora no está con él, es fácil que termine adoptando comportamientos curiosos.
De hecho, si ese gatito no ha ido a parar a un hogar donde viven más gatos, será el humano quien tenga que enseñarle a ser un felino, algo que es realmente difícil por el simple hecho de que no somos felinos, no somos leones ni tigres, sino humanos que tienen dos piernas y dos brazos. Lo único que podemos hacer es tratar de despertar su instinto felino, jugando con una cuerda o con un peluche para que los cace y pasar nuestras uñas por el rascador para que nos imite.

El gato debe de saber que es un gato. Está bien que quiera aprender cosas nuevas, pero siempre teniendo presente el comportamiento natural que todo felino debe tener. En definitiva, si al tirar una pelota nos la trae, perfecto, pero si empieza a comer más de la cuenta no hay que dejarle, puesto que su salud podría correr riesgos.
Así pues, si te preocupa que tu amigo haga cosas impropias de su raza, no dudes en consultar con un etólogo felino.
La socialización temprana y el aprendizaje por imitación

La clave está en la socialización: ese periodo en el que los cachorros aprenden a relacionarse con su entorno y con otros individuos. En los gatos ocurre muy pronto; por eso, la exposición positiva a perros y personas en etapas tempranas puede fijar conductas que luego reconoceremos como caninas (seguir, buscar contacto, traer juguetes).
Ahora bien, el gato no «cree» que es un perro: identifica especies por aspecto y olor. Lo que sucede es que asimila conductas que observa y que le funcionan para comunicarse o conseguir atención. Además, algunos felinos son especialmente sociales y curiosos, lo que favorece la imitación.
Comparativamente, los perros tienden más a copiar a quienes conviven con ellos; aun así, en gatos también se observa imitación de posturas, lugares de descanso cerrados, mayor tolerancia al contacto físico y vocalizaciones dirigidas a humanos (como maullidos específicos para pedir atención).
Señales habituales de un gato con comportamientos caninos
Muchas de estas conductas son normales en gatos pero nos recuerdan a las de un perro:
- Seguirte por la casa (incluso al baño) y ubicarse donde estés, buscando estar cerca.
- Traer la pelota o un juguete y repetir el juego de buscar y traer con entusiasmo.
- Acudir a la llamada por su nombre o a determinados silbidos y órdenes sencillas.
- Saludar efusivamente cuando llegas, con maullidos, colita en alto y contoneos.
- Comunicación muy vocal: diferentes maullidos según la situación para pedir comida, caricias o interacción.
- Tolerar paseos con arnés y mostrar interés por explorar contigo.
¿Es malo que mi gato se comporte como un perro?

En sí, no es malo ni peligroso siempre que el gato esté sano, relajado y con sus necesidades cubiertas. De hecho, son signos de buen vínculo y enriquecimiento. Lo importante es mantener su bienestar felino.
Recomendaciones prácticas: entorno enriquecido (rascadores, alturas, escondites, juguetes de caza y rompecabezas), sesiones diarias de juego predatorio, rutinas de comida y descanso, y refuerzo positivo para las conductas que quieras ver más (acudir a la llamada, traer el juguete).
Algunas razas felinas muy sociales, como siamés, ragdoll o Maine Coon, tienden a disfrutar más del contacto, del juego interactivo y del aprendizaje de trucos, lo que puede acentuar este perfil de «gato-perro».
Cuándo consultar al veterinario o al etólogo
Si notas cambios bruscos en el comportamiento (apetito, sueño, uso del arenero, agresividad, vocalización excesiva) o si la dependencia aumenta de forma repentina, conviene descartar causas médicas y evaluar estrés o ansiedad. Mudanzas, obras, nuevos animales o bebés en casa pueden actuar como desencadenantes.
Tu veterinario puede revisar su salud y, si hace falta, derivar a un especialista en conducta felina para un plan de intervención basado en modificación de conducta y enriquecimiento ambiental.
Muchos gatos adoptan comportamientos que asociamos a los perros por socialización temprana, imitación y motivación social; si las conductas van acompañadas de juego, descanso adecuado y buena salud, son adaptativas y compatibles con ser un felino plenamente feliz.