En los últimos años, la compañía de los gatos ha despertado un interés creciente en el ámbito terapéutico. Cada vez más estudios y experiencias clínicas señalan que estos felinos, tradicionalmente considerados como independientes, pueden desempeñar un papel fundamental en el apoyo emocional y la mejora del bienestar físico y mental de las personas.
La terapia asistida con gatos se está consolidando como una opción complementaria para quienes buscan formas diferentes, afectivas y no invasivas de afrontar situaciones de estrés, ansiedad o dolencias físicas. Esta alternativa, lejos de ser una moda pasajera, encuentra respaldo científico y ejemplos internacionales que arrojan luz sobre su efectividad en distintos contextos sociales y de salud.
Un aliado inesperado en la terapia emocional
La llegada de los gatos a los entornos terapéuticos ha sido posible gracias a su capacidad para ofrecer apoyo emocional, reducir el estrés y facilitar el contacto social. Investigaciones recientes realizadas en Bélgica y en la Universidad Estatal de Washington han demostrado que acariciar un gato puede producir una notable disminución de los niveles de cortisol, la hormona que aumenta en situaciones de estrés.
En Japón, la cultura felina está profundamente arraigada y ha influido en la aparición de cafés de gatos y en la integración de estos animales en oficinas para mejorar el ambiente laboral y combatir el estrés. Esta tendencia se ha replicado en empresas preocupadas por el bienestar de sus empleados, introduciendo la presencia de gatos como una herramienta para favorecer el clima laboral y la salud psicológica.
En el ámbito europeo, universidades de países como Polonia y Bélgica han estudiado la inclusión de gatos en espacios con personas que padecen problemas físicos o mentales, obteniendo resultados positivos similares a los documentados con perros de terapia.
Derribando mitos: la personalidad felina y su capacidad para socializar
Existe la creencia extendida de que los gatos son animales huraños y poco sociables, pero la experiencia muestra que, si se les socializa adecuadamente desde pequeños, pueden convertirse en compañeros ideales para terapias dirigidas a personas con discapacidades, niños con autismo o pacientes en residencias geriátricas.
Profesionales como la doctora Claudia Edwards, profesora de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, han explicado que la intervención de gatos bien preparados puede incluso ayudar a niños con dificultades de lenguaje y fomentar el desarrollo emocional. El contacto con estos animales contribuye no solo a mejorar el estado de ánimo sino también a facilitar procesos de recuperación física y psicológica.
Acariciar a un gato puede ser una ayuda eficaz contra la ansiedad y la depresión gracias a su impacto en las hormonas del estrés.
El ronroneo: más que un simple sonido
Uno de los efectos terapéuticos mejor documentados de la convivencia con gatos es el ronroneo. Esta vibración particular no solo transmite calma y seguridad, sino que, según el Hospital Veterinario de Rutherford y diversos estudios científicos, puede ayudar a disminuir la presión arterial, reforzar la salud cardiovascular y reducir el dolor en personas con enfermedades crónicas o problemas articulares.
El ronroneo está relacionado con la liberación de óxido nítrico, una sustancia natural que favorece la circulación sanguínea y ayuda a aliviar molestias musculares o de las articulaciones. También se han documentado efectos positivos en la recuperación de lesiones y en la disminución de la inflamación, lo que convierte a los gatos en aliados inesperados para muchas dolencias.
¿Todos los gatos pueden participar en terapias?
Aunque muchos piensen que cualquier gato puede servir para terapia, la realidad es que no todos los felinos tienen la disposición adecuada. La tolerancia al contacto humano y la capacidad de adaptarse a distintos ambientes se forjan desde etapas muy tempranas, incluso antes de nacer. La existencia de células de Merkel en la piel de los gatos los hace especialmente sensibles al tacto, por lo que es imprescindible que los ejemplares seleccionados para terapia hayan sido correctamente socializados y cuenten con una personalidad tranquila y sociable.
Expertos recomiendan que, para evitar el estrés tanto en el animal como en el usuario, se observe cuidadosamente el temperamento de cada gato y se excluyan aquellos que puedan mostrar reacciones adversas al contacto social prolongado. El bienestar del animal debe ser siempre una prioridad para garantizar el éxito de cualquier intervención asistida por gatos.
Un recurso esperanzador ante los desafíos de la salud mental
El aumento de los problemas de ansiedad, depresión y estrés en la sociedad actual ha impulsado la búsqueda de alternativas innovadoras de apoyo emocional. En el contexto de sistemas públicos de salud y también en el ámbito doméstico, la convivencia con gatos bien socializados se perfila como un recurso accesible y eficaz para aportar mayor estabilidad emocional.
Tal y como señalan testimonios y publicaciones recientes de la UNAM, los gatos pueden identificar los estados de ánimo de sus cuidadores, ofrecer consuelo espontáneo y fomentar la interacción afectiva. El simple hecho de jugar o compartir tiempo con un gato, sin forzar el vínculo, puede marcar una diferencia notable en la percepción del estrés y el estado de ánimo diario.
Convivir con el gato adecuado puede marcar la diferencia en la salud emocional sin recurrir exclusivamente a soluciones farmacológicas.
Se ha comprobado que la terapia asistida con gatos no solo se basa en la evidencia científica, sino también en la experiencia cotidiana de quienes han encontrado en estos animales un soporte fundamental para afrontar los desafíos emocionales y físicos del día a día. Aunque no todos los gatos pueden cumplir este papel, aquellos que lo hacen se convierten en compañeros silenciosos pero efectivos, capaces de transformar vidas con su sola presencia y, por supuesto, con su característico ronroneo.
