El gato es un peludo muy sensible que puede llegar a pasarlo muy mal si se encuentra en situaciones en las que no ha estado antes, o si se le hace algo que no le gusta. Nosotros, como sus cuidadores, deberemos de hacer lo posible para que vuelva a sentirse tranquilo, pero… ¿el qué?
¿Cómo saber si mi gato tiene miedo?

Dependiendo de la situación en la que se encuentre, el lenguaje corporal felino puede cambiar de forma muy clara. Reconocer las señales te ayudará a prevenir conflictos y a ofrecerle seguridad.
- Tiene el pelo erizado.
- Gruñe.
- Bufa.
- Los ojos los tiene muy abiertos.
- Se oculta y/o se aleja de las personas.
- Bigotes rígidos inclinados hacia atrás.
- Orejas hacia atrás o pegadas a la cabeza.
- Arquea el lomo y agita la cola con movimientos rápidos.
- Pupilas dilatadas incluso con buena luz.
- Se queda inmóvil o no quiere moverse del lugar.
- Puede lanzar zarpazos o intentar morder si te acercas.
- En pánico intenso, pérdida de control de esfínteres.
- Pelaje con aspecto descuidado o zonas sin pelo por lamido excesivo.
- Evita el juego y la interacción; puede mostrarse apático o, al contrario, muy reactivo.
Cada caso es distinto. No va a tener el mismo nivel de miedo un gato callejero acorralado que uno que ha tenido contacto siempre con los humanos y se encuentra, por ejemplo, en el veterinario. Hay que evaluar la situación y actuar en base a cada caso y tomar las medidas oportunas.
Por qué se asustan los gatos

Algunos gatos son tímidos por naturaleza, y su carácter, la socialización temprana y el entorno influyen en cómo gestionan los cambios. Los felinos se guían mucho por su instinto de supervivencia, por lo que ruidos intensos, personas desconocidas o contextos nuevos (por ejemplo, el miedo a las tormentas) pueden activar respuestas de alerta.
También hay gatos que arrastran malas experiencias o una socialización escasa: crecer sin contacto humano, haber sufrido castigos, convivir en un entorno con recursos limitados o con tensión entre gatos eleva el estrés. Incluso un gato muy sociable puede asustarse tras un susto concreto, un viaje, una visita veterinaria o una mudanza.
No olvides que el dolor o la enfermedad pueden manifestarse como miedo, irritabilidad o evitación. Si el cambio de comportamiento es súbito o intenso, conviene consultar con el veterinario.
En gatitos, la actitud de una madre muy temerosa puede favorecer cachorros más reservados. Aun así, con paciencia y experiencias positivas, la mayoría aprende a confiar y prospera en su nuevo hogar.
¿Cómo ayudar a un gato asustado?

El gato segrega feromonas en diferentes partes de su cuerpo: mejillas, almohadillas de sus patas, orina. Hay unas en particular que se producen en sus mejillas que les ayudan a sentir bien. Por eso, no hay nada mejor que ayudar a un peludo asustado que utilizando un producto que esté hecho con feromonas sintéticas que tienen el mismo efecto que las naturales, como el Feliway (también existen opciones como difusores y sprays similares).
Si no tenemos cómo conseguirlo, no hay que preocuparse. Hay medidas sencillas que podemos hacer para ayudarle:
- Jugar con él: si se trata de un gato que está bien de salud es muy recomendable mostrarle un juguete, por ejemplo, una cuerda, e invitarle a que la atrape moviéndola de un lado a otro.
- Mirarle con cariño: entrecerrar los ojos es una manera de hacerle saber que puede confiar en nosotros. Si él hace lo mismo, podremos estar seguros de que nos quiere y confía.
- Hablarle con suavidad: es probable que no nos entienda, pero sí que entenderá el tono de voz. Por eso, si le hablamos como si le hablásemos a un bebé o niño humano, con suavidad, con un tono alegre y tranquilo, le ayudaremos a sentirse mejor.
- No cogerlo en brazos si está asustado. Forzar el contacto incrementa el pánico; necesita opciones de huida y refugio.
- Ofrecer comida húmeda o premios aromáticos para que asocie tu presencia con algo positivo; no avances si muestra rechazo.
- Acondicionar el entorno: reduce ruidos y luces intensas, ofrece alturas, escondites, rascadores y mantén alejados a otros animales o niños mientras se calma.
- Nunca acorralar ni castigar. El castigo físico o el regaño solo consolidan el miedo y la desconfianza.

Lenguaje corporal que sí funciona: acércate de lado o de espaldas, en semicírculo y agachado, sin mirarle fijamente. Respeta su distancia de seguridad; si bufa o se tensa, detente y retrocede un poco. Practica el parpadeo lento y aparta la mirada después: es una señal amistosa que muchos gatos devuelven.
“Sobornos” bien usados: construye asociaciones positivas con comida o juego. Puede que salga, coma y vuelva a esconderse; está bien, es un avance. Repite sesiones cortas y agradables. Si pasan muchos días sin mejora, valora la ayuda de un profesional del comportamiento.

Gestiona la impaciencia: permite que sea el gato quien marque el ritmo. Ofrece el dorso de la mano para que se frote si quiere; evita tocar de frente con la mano por encima de su cabeza. Cuando lo acepte, suele tolerar caricias suaves en la base de la cola, base de las orejas y nuca, siempre desde el lateral.
Gatos tímidos en casa: no les agobies si se esconden o evitan caricias. En pasillos, deja que pase primero o camina en semicírculo sin mirarle. Pide a las visitas que imiten estas señales de calma; paradójicamente, los gatos se acercan antes a quien no les presiona.
Situaciones específicas y entrenamiento amable
Nuevas personas o visitas: cuando alguien nuevo aparezca, ofrece juego o snacks a distancia; premia que observe con calma. No permitas que nadie lo acorrale ni lo toque sin que él lo pida.
Hogar con varios gatos: garantiza recursos suficientes y distribuidos (areneros, comederos, bebederos, rascadores, refugios). Un entorno predecible y enriquecido reduce conflictos y miedos.

Cuándo acudir al veterinario o a un etólogo
Si el gato deja de comer, pierde peso, se mantiene escondido de forma persistente, muestra agresividad repentina o hay señales de dolor, consulta al veterinario para descartar patologías o dolor crónico. Si el miedo persiste pese a tus esfuerzos, un terapeuta del comportamiento puede diseñar un plan personalizado.
Poco a poco se le irá quitando el miedo. Con paciencia, un entorno seguro, comunicación felina adecuada y refuerzo positivo, la mayoría de los gatos recupera la tranquilidad y vuelve a mostrarse curioso, confiado y disponible para convivir en armonía.

